Según la teoría más aceptada sobre el origen del Sistema Solar, se afirma que la Tierra y los demás planetas se formaron hace 4.500 millones de años, por condensación de átomos presentes en el espacio.
En un planeta recién formado, las temperaturas internas son muy elevadas, los protones (H+) se fusionan y forman Helio, y los átomos de Helio, se unen y forman otros elementos. A este proceso de fusión se le conoce como Nucleosíntesis.
La Tierra recién formada poseía temperaturas muy altas, debido al calor producido por su condensación y a las reacciones de desintegración radiactiva en su interior.
Estas altas temperaturas provocaron que las rocas se fundieran y que los elementos pesados (hierro y níquel) se acumularan en el centro para formar el núcleo de nuestro planeta.
Otros átomos ligeros como el hidrógeno, el helio y el nitrógeno, moléculas como el agua, dióxido de carbono y compuestos hidrogenados y nitrogenados conformaron la corteza terrestre y la atmósfera primitiva. La atmósfera de la Tierra se formó por los gases volcánicos que se liberaron por las fisuras de la corteza terrestre. Entre los gases se encontraban principalmente el vapor de agua, nitrógeno y dióxido de carbono. Conforme se fue enfriando el vapor de agua se condensó y se produjeron lluvias que formaron los océanos y deslavaron rocas y montañas.
Los gases liberados reaccionaron entre sí, gracias a la energía del Sol y de los volcanes, formando moléculas como en metano, amoniaco, y ácido cianhídrico. Esta atmósfera contenía una gran cantidad de hidrógeno, por lo que se le considera reductora.
La atmósfera actual difiere de la primitiva. La atmósfera primitiva era pobre en oxígeno y no presentaba la capa actual de ozono, lo que permitía que los rayos ultravioleta llegaran a la superficie del planeta.
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